viernes, 18 de septiembre de 2015

Cuando duele más el orgullo que los antebrazos


-Iré de primero, puedo hacerlo!!!. Te enseñaré cómo se hace.

Doy unos pasos delicados utilizando unos invertidos y unos laterales para las manos, instalo un buen empotrador y visualizo la siguiente secuencia. Los agarres del próximo tramo vertical no parecen muy definidos ni seguidos. Parece que tendré que instalar protecciones pequeñas. Me digo a mi mismo:
-Ojalá que los agarres fueran más obvios. Me encantaría colocar otro seguro, pero no sé dónde puede quedar bien. Tengo que hacerlo, no me puedo bajar.

Escalo un poco y veo emplazamientos para otro seguro. Mi charla interior continúa: -No sé si voy a llegar. Una caída desde ahí arriba sería peligrosa. Pero tengo que hacerlo. ¿Qué pensaría Brian si ni siquiera lo intento? Al menos tengo que demostrar que lo peleo antes de caerme.

Escalo, ahora con toda la voluntad puesta en recorrer todo ese tramo hasta llegar al probable emplazamiento para el seguro, aunque los siguientes movimientos parecen fáciles. Dudo.
¿Debo arriesgarme? Estoy subiendo mucho, no quiero llevarme un vuelo muy grande. Se me están hinchando los antebrazos y estoy perdiendo el equilibrio. Para sentirme más seguro, me agarro con más fuerza. Tengo que poner algún seguro aquí.

Veo un agujero ancho y saco un empotrador pero no consigo instalarlo. ¿Por qué no habré dejado ir a Brian de primero? Si yo ya abrí la última vía, lo único que quiero es poner un buen seguro.

Me arden los antebrazos y me tiemblan las piernas. Aguanto la respiración. Quiero salir de aquí. ¡Cuidado¡¡¡ le grito a Brian. Aguanto unos segundos intentando no perder el control. Inevitablemente demasiado cansado como para seguir luchando, me doy por vencido y me llevo una caída corta. El empotrador que he puesto abajo aguanta parándome el vuelo e impidiendo que caiga al suelo.

¿Qué es lo que me pasa? ¡Joder!! He hecho un montón de sextos ¿qué me importa esta mierda de vía?

La vía era Super Slab, un 6b+ en El Dorado Springs Canyon, Colorado. Era el año 1977. El libro CLIMB que acababa de salir, estaba lleno de relatos de mies héroes y de la ética radical que regía su escalada: nada de caídas, desde abajo y nada de colgarse en los seguros. Cuando descansaba, vi a unos amigos que se acercaban a nosotros. “Brian” dije en voz baja “no les digas que me he caído”.

Este no fue uno de mis mejores momentos, pero ahora me doy cuenta de que no era tan poco habitual. Quizás puedas distinguir en este relato los elementos de mi pensamiento que y de mi escalada que limitaban mi progresión….

Prefacio de Guerreros de la Roca

By Arno Ilgner

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